Veronica Roth, autora de la famosa trilogía Divergente o de otros títulos como Las marcas de la muerte o Fuimos elegidos, regresa con Vivir entre cuervos, el inicio de una bilogía de fantasía urbana que promete una lectura trepidante plagada de mitología eslava. A decir verdad, esta historia tiene todo para captar mi atención: secretos, luchas contra criaturas que parecen sacadas de terribles pesadillas y un folclore con muchas ganas de ser conocido y descubierto. Sin dudarlo, el libro se puede leer perfectamente en una sola tarde o día, pero ¿habrá cumplido con lo esperado?

Vivir entre cuervos | Hidra | 212 páginas | Traducción de Eva González Rosales
En la Noche de Kupala, Dymitr llega a los bajos fondos de Chicago, rebosantes de magia y monstruos, con una peligrosa misión: recoger la flor del helecho y ofrecérsela a una criatura maldita a cambio de que le ayude a encontrar a la legendaria bruja Baba Yaga. Ala es una zmora, una criatura que se alimenta del miedo humano, y sufre una maldición familiar que la está matando lentamente. Está lo bastante desesperada como para acceder a lo que le pide Dymitr, aunque no conozca sus motivos. Durante el transcurso de una noche, ambos arriesgarán sus vidas para encontrar a Baba Yaga e iniciarán una frágil amistad… Pero si Ala descubre el secreto que Dymitr está escondiendo, podría ser el fin.

Lo primero que debo decir es que Vivir entre cuervos no comienza mal. Sirviendo como prólogo, el primer capítulo ya pone sobre la mesa las cartas con las que vamos a ir jugando a lo largo de toda la lectura: Dymitr, uno de nuestros principales personajes, se presenta como alguien misterioso, intrigante e inquietante; palabras como leszy o poludnica empiezan a aparecer, un muy buen primer contacto con esos seres mitológicos que, poco a poco, se van a ir descubriendo por todo el libro. Y, sinceramente, me gustaba lo que en esas primeras páginas estaba sucediendo, una misión inicial que apuntaba a ser toda una aventura interesante y emocionante donde la magia tenía un papel fundamental. De alguna manera, la autora empieza a meter elementos muy prometedores y que dan una idea de lo que va a venir a continuación, algo que se va extendiendo a lo largo de los siguientes capítulos de manera muy decente.
Es aquí cuando se va explorando más el mundo que se abre ante nosotros, algo que me dejaba con ganas de querer avanzar para empaparme de cada una de esas cosas. La presencia de todas esas criaturas propias del folclore eslavo le da un toque original increíble y conseguían dar algo de acción a la lectura, teniendo que enfrentarnos a situaciones un tanto peligrosas para ir avanzando en la misión que se debe cumplir, sea como sea. Poco a poco, Veronica Roth generaba un ambiente donde monstruos y humanos conviven, donde los primeros tienen sus propias sociedades, sus propios clanes y sus propias normas mágicas, y donde los segundos deben esconderse o protegerse tras los caballeros de la Santa Orden, un grupo de cazadores que asesinan a cualquier ser fantástico que se les ponga por delante. Aunque es cierto que no se puede hablar de una lectura trepidante, sino más bien de una lectura con un buen ritmo y que es capaz de meternos en diversos contextos, la realidad es que llega un punto en el que ves que Vivir entre cuervos es un libro que se queda a medio gas en el peor momento posible.
Porque se supone que debemos pasar desapercibidos entre los mortales. Imitarlos.
Uno de los principales problemas que he sentido mientras leía este libro es que todo lo que os acabo de mencionar se queda en la capa más superficial. Y voy por partes. Primero, la mitología se queda en meras menciones de criaturas que, si bien se describen de forma con la que se llega a sentir su aura, su presencia y el terror que pueden llegar a infundir, no van más allá. Durante todo el libro la autora va relacionando a los personajes con retazos de historias pasadas que crean un mapa genealógico de apellidos y poderes que pintan sumamente bien, pero lo que hace en realidad es dejarnos con la miel en los labios ya que no profundiza en casi nada. Sabemos que hay tres familias que, intuyo, controlan esa sociedad mágica, pero nunca hay momentos en los que poder descansar sobre ello para empaparnos correctamente de todo ese funcionamiento, de adentrarnos en sus tejemanejes, de conocer bien quiénes son y cuáles son sus planes. Me he quedado con muchísimas ganas de ver cómo esos leszy, zmora, shedim o los stryzga se comportan, viven, luchan y son, acostumbrada a esperar que, si me vendes un libro de fantasía, qué menos que desarrollar adecuadamente todos estos ingredientes tan increíbles que tienes y de los que te has servido para escribir tu historia. Sin embargo, al final se quedan como personajes que aparecen a lo deus ex machina, para que la trama pueda avanzar de manera lineal y sin demasiadas complicaciones, y los protagonistas puedan interactuar con alguien por el camino, poco más.
Eso es lo que ocurre también con la mencionada Santa Orden. Es decir, planteas a un grupo de villanos que persiguen a esos monstruos para exterminarlos, pero tampoco les das volumen ni consigues que, como lectora, me introduzca en sus pensamientos, sus costumbres o sus reglas. A lo largo de toda la lectura ha faltado un buen worldbuilding que resulte suculento, que te enganche y te deje con ganas de más, y esto ha repercutido en la manera en la que suceden los acontecimientos. El libro se puede leer en una tarde sin problemas porque no hay momentos en los que debes quedarte más tiempo del necesario para empaparte de las cosas que te explican, dando detalles o datos concretos. La ausencia de cada una de estas cosas es lo que hace que la lectura vaya caminando dentro de una misma monotonía en el sentido de este es el personaje principal, hace esto, ahora se mete en este lío, conoce a otro personaje, junto a él se vuelve a meter en un nuevo lío, se topan con un tercer personaje, vuelven a estar en apuros y se acabó. Mentiría si no dijera que Veronica Roth, dentro de lo superficial, consigue pillarnos desprevenidos con algún que otro plot twist que, sinceramente, no he visto venir, pero no es de esos giros que llegan a sorprender o impactar al faltar esa construcción, trasfondo y profundidad, e incluso me atrevería a decir que, si estás más atenta que yo, esas revelaciones las ves a kilómetros.
Con respecto a los personajes principales, han sufrido el mismo destino que los otros y que la ambientación. Dymitr no me ha llegado a decir gran cosa, no es el típico personaje al cual le coges cariño, lo comprendes y empatizas con él; es con quien comenzamos la lectura y la historia, pero el hecho de que tampoco se le dé gran presencia, ni podamos conocer bien su personalidad y sus sentimientos provoca que se quede como alguien corriente. Lo mismo ocurre con los otros dos personajes que lo llegarán a acompañar: Ala, una zmora con una maldición que podría haber dado mucho más de sí y generar un juego interesante, pero la cual no consigue sobresalir y no aporta demasiado a la trama, y Niko, un stryzga que, sinceramente, más de lo mismo. Además, Veronica Roth intenta incorporar una trama romántica por ahí, y entre algunos de ellos, que no funciona, aparece muy de la nada y sin gracia ni química, un instalove en toda regla que no se cree nadie por cómo surge, lo rápido que va y por lo que rodea a ambos personajes.
En definitiva, Vivir entre cuervos no es el libro que esperaba encontrar. Parte de una premisa muy interesante, con una ambientación original y un folclore plagado de posibilidades, pero se queda en la superficie cuando más necesita profundizar. La falta de desarrollo en el worldbuilding y en los personajes hace que la historia avance sin dejar huella, y lo que podría haber sido una novela memorable, termina siendo una lectura pasable, pero olvidable.

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