Reseña *Amanecer en la cosecha* de Suzanne Collins

Una de las trilogías que más me marcó cuando era más joven fue, sin dudarlo, Los Juegos del Hambre. La historia protagonizada por Katniss Everdeen me ilusión, me obsesionó, me enganchó a unos niveles que no os podéis imaginar, y regresar a Panem es, de alguna manera, volver a casa. A pesar de que no terminaba de convencerme que Snow fuese el que narrase el libro, Balada de pájaros cantores y serpientes aprobó. No estaba a la altura de la trilogía principal, pero fue una lectura amena. Ahora, y dentro de la tendencia que parece haber cogido la autora por seguir contando historias de este universo, llega Amanecer en la cosecha, los juegos de nuestro Haymitch, el segundo Vasallaje de los Veinticinco. Y puedo adelantar que me ha gustado mucho más que la entrega anterior. ¡Vamos con la reseña!

Amanecer en la cosecha | molino| 496 páginas | Traducción de Pilar Ramírez Tello


Amanece el día de los Quincuagésimos Juegos del Hambre y el miedo atenaza a los distritos de Panem. Este año, en honor al Vasallaje de los Veinticinco, se llevarán de sus hogares al doble de tributos. En el Distrito 12, Haymitch Abernathy intenta no pensar demasiado en sus probabilidades. Lo único que le importa es que se acabe el día para poder estar con su chica. Cuando anuncian el nombre de Haymitch, todos sus sueños se rompen en pedazos. Lo separan de su familia y de su amada, y lo envían al Capitolio con los otros tres tributos del Distrito 12: una amiga que es casi como una hermana pequeña para él, un chico obsesionado con analizar apuestas y la chica más estirada de la ciudad. Cuando empiezan los Juegos, Haymitch comprende que en el Capitolio quieren que fracase. Sin embargo, algo dentro de él desea luchar… y que el eco de esa lucha llegue mucho más allá de la mortífera arena.


Es posible que, al pensar en una nueva entrega de Los Juegos del Hambre enfocada en los juegos de Haymitch, es leer algo que ya conocemos y sabemos cómo va a terminar. De alguna manera, así es. Como seguidores de la trilogía, tenemos desde el principio la manera en la que estos juegos y este Vasallaje va a terminar. Sin embargo, justo eso es lo que hace que Suzanne Collins pueda darnos una nueva historia sorprendente dentro de lo esperado; una historia que, como pequeñas migajas de pan, se mostraba ante nosotros, abriéndose totalmente y hacia límites inesperados en este libro. Y creedme cuando os digo que da igual que sepáis el resultado: este libro lo vais a disfrutar igual.

Amanecer en la cosecha, al igual que sus antecesores, está dividido en tres partes bien diferenciadas, así que creo conveniente centrarme en describir las sensaciones que he ido teniendo a medida que leía los capítulos y páginas de cada una de ellas. La primera, llamada El cumpleaños, nos hace una presentación muy acertada de un Haymitch adolescente, inexperto, aún no convertido en una pieza del Capitolio y del presidente Snow. Dentro de los capítulos que nos vamos a encontrar aquí se encuentra la típica presentación de todo: del día a día de Haymitch, su familia, cómo se ganan la vida. Aparecen personajes nuevos, amores y amigos, hacemos un repaso del ambiente del Distrito 12 en aquellos años, el poder que tiene ya el Capitolio y la forma en la que vigilan y castigan los agentes de la paz. La verdad es que son momentos en los que, a pesar de que no sucede nada trascendental, la autora consigue engancharte igualmente gracias a los nuevos huecos que va desvelando de un mundo que creíamos conocer, combinando esa profundidad y construcción de los protagonistas con el germen de lo que será la trama principal de todo el libro. Y, en el momento que se espera, es cuando toda la trama empieza a animarse y a acelerarse, especialmente cuando es el momento de la cosecha, teniendo aquí capítulos muy dinámicos en los que comienzan a suceder pequeñas luchas, alguna que otra muerte y pequeños giros que encaminan directamente a este Vasallaje de los veinticinco, concluyendo así una primera parte que comienza con buen pie, poco a poco pero sin resultar aburrida o monótona, y termina por todo lo alto.

La segunda parte, El granuja, también nos da un golpe de nostalgia, volviendo a tener cosas que ya hemos vivido con Katniss y Peeta. Los juegos están en marcha y es necesario hacer los preparativos iniciales: el viaje en tren, la llegada al Capitolio, el desfile, la presentación de los tributos. Y todo ello con esa misma sensación que ya invadía la trilogía original, con ese miedo a dar un paso en falso para terminar en la horca. Hay un sentimiento de tensión constante, de tener que medir las palabras y hacer las cosas con cuidado, y lo que más destaco de esta segunda parte es que, aunque puede parecer que se vuelve a repetir el mismo patrón, Suzanne Collins sabe hacerlo diferente, metiendo nuevos giros que me han dejado con la boca totalmente abierta al no esperarlos. Haymitch es un personaje increíble y los nuevos compañeros que se unen a él consiguen que el libro tenga un ritmo constante, sin decaer, pasando por lugares que nos suenan o que son totalmente nuevos hasta que suena el primer cañonazo en la arena, el que da inicio a los juegos.

«Y eso forma parte del problema. Pensar que las cosas son inevitables. 
Creer que los cambios no son posibles». 

Como os podréis imaginar, todo lo que viene ahora es un no parar, supervivencia pura. La lectura, si ya era entretenida, ahora lo es el doble, más absorbente, más trepidante, con escenas de infarto que no dejan indiferente a nadie. El Capitolio sabe cómo montar un buen espectáculo y la autora te lo transmite con la mayor crudeza posible, sin cortarse ni un pelo, creando alianzas donde no pensabas que estarían, traiciones por otro lado, planes secretos y estratégicos que convierten a esa maraña de mutos, tributos y vigilantes de los juegos en inevitables muertes, luchas encarnadas y más plot twists. Así es como se llega a la tercera y última parte, El cartel, la conclusión que todos conocemos, pero con detalles por descubrir. Dejando atrás todo ese ritmo de infarto que hemos tenido hasta ahora, los últimos capítulos del libro son desgarradores y te muestran el porqué de muchas cosas futuras, incidiendo en la crueldad del Capitolio y culminando con un epílogo que te deja con el corazón aún más encogido.

Amanecer en la cosecha es un libro que no decepciona y tiene muchas cosas buenas. Es la tercera vez que volvemos a Panem tras la trilogía original y Balada de pájaros cantores y serpientes, pero no sé cómo lo hace Suzanne Collins que siempre tiene algo nuevo que contar, da igual lo mucho que conozcamos el mundo que ha creado. Sin dudarlo, uno de los grandes aciertos es intercalar los diferentes años en los que suceden cada uno de estos nuevos juegos que nos está dando ya que consigue que todo vuelva a verse como una novedad. El entorno de Haymitch está muy bien construido, la arena es brutalísima, el Capitolio sigue siendo igual de imponente y cruel, y me gusta que la autora haya reciclado aspectos del libro de Snow, como el tema de las canciones, para introducirlas en la relación que tiene Haymitch con Lenore Dove, su gran amor. Ya se sabe que el tema central de Los Juegos del Hambre no es el romance, tiene, pero no es lo más importante. Como adolescente y todavía lejos de ese Haymitch que tenemos en nuestra mente, existe una historia de amor preciosa que se siente muy realista y empapa de más humanidad a los personajes, de ahí que consiga doler y mucho lo que les va sucediendo a lo largo de todo el libro. Sin saber cómo, Suzanne Collins dota a los personajes de mucha personalidad y chispa, llegando a tomarles cariño a unos u odiando todavía más si cabe a otros y, bajo mi punto de vista, es uno de los puntos fuertes con los que trabaja de la manera más acertada.

«Te quiero más que el fuego a las brasas».

Sin embargo, debo decir que Amanecer en la cosecha cuenta con algunos fallos que han hecho que, para mí, no tenga la máxima puntuación. Como he dicho, la vida de Haymitch nos presenta a nuevos personajes, pero también nos recupera a algunos que ya conocemos, dentro de otro contexto y más jóvenes, pero están ahí. Desde hace años se ha puesto de moda incorporar cameos, personajes que vuelven a surgir para atrapar al lector y para que la nostalgia siga golpeando, pero a mí no me han terminado de cuadrar. No diré nombres para no caer en esos pequeños spoilers, pero no me he creído en gran parte el trabajo y la función que tenían casi todos esos cameos, sobre todo si me voy al recuerdo que tengo de ellos en la trilogía inicial, las cosas que se dicen de ellos ahí o cómo se presentan y cuál es su historia personal. Quizás al final de este libro más o menos te cuadran un poco las cosas por cómo termina todo, pero no siento que eso sea real para ellos porque no termina de casar correctamente con el canon original. 

Junto a esto debo añadir dos cosas más: la primera, el papel que tiene Haymitch en la arena y en los juegos. Me ha parecido como muy forzado todo y tampoco he terminado de verlo. Sabiendo cómo actúa el Capitolio y, especialmente, Snow, siento que todo era demasiado conveniente y, en ocasiones, surrealista. Si bien es cierto que el trabajo extra que tiene Haymitch ha dejado momentazos dentro de la lectura, no he entendido cómo le dejaban hacer eso sin más consecuencias que las que tenemos al final. Lo segundo, las muertes que se producen en la arena. Puedo entender que no quieras volver a recrearte en la tortura y en cómo van muriendo esos tributos, sobre todo dentro de unos juegos en los que no hay veinticuatro participantes, sino cuarenta y ocho. El libro quedaría absurdamente largo si nos tuviéramos que centrar con detenimiento en cada una de las diferentes maneras en las que van cayendo los tributos. Aun así, siento que ese aura que había en la trilogía inicial no ha regresado del todo aquí. Las muertes, inevitables, suceden con demasiada rapidez, sin dar apenas la oportunidad de luchar y crear más emoción. En un momento un personaje está hablando de algo y, al cabo de dos o tres párrafos, está muerto. Te lo compro con algunos tributos, pero con aquellos que tenían más relevancia me hubiera gustado tener muertes más memorables y épicas, sin querer sonar mal.

En resumen, Amanecer en la cosecha es una historia que, aunque parte de un final que ya conocemos, consigue mantener la intriga y sorprender gracias a la forma en la que Suzanne Collins desarrolla a sus personajes y su mundo. La autora sabe equilibrar acción, emoción y momentos de ternura, mostrando un Haymitch más cercano y humano del que recordábamos y, aunque es cierto que algunos cameos y ciertas decisiones narrativas no terminan de encajar del todo con lo que ya conocíamos, eso no impide disfrutar de una trama intensa y llena de giros, teniendo un regreso a Panem que, sin dudarlo, merece la pena vivir.




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